COLUMNA | Neuroarquitectura: Arquitectura y efectos en el cerebro

neuroarquitectura
08 Julio 2020 Luis Othón Villegas-Solís / Director / LVS Arquitectura

¿Alguna vez te han preguntado si recuerdas a una persona o un evento y te toma tiempo recordar?, curiosamente ese pensamiento y traerlo a la memoria sucede más rápido si recuerdas de manera particular el espacio, habitación o edificio donde sucedió.

Esto se debe porque el espacio donde vivimos una experiencia, como conocer a una persona, suele quedarse grabado en la memoria con mucho mayor frecuencia y énfasis que incluso la situación o la persona misma. Pero ¿porque sucede esto? ¿porque solemos recordar a las personas y eventos con relación a los espacios? ¿existe una relación directa entre el espacio y la memoria?

Cuando hablamos de reconocimiento espacial nuestro cerebro está a cargo de detectar los estímulos sensoriales que recibimos del medio ambiente. Similar a un escáner, nuestros ojos recorren cada uno de los elementos espaciales, como los muros, ventanas y puertas, la procedencia de luz, y quizás de manera secundaria la ventilación o incluso la forma de salir de un sitio. En este sentido, el espacio suele ser grabado en la memoria como un mapa abstracto para lograr aprender una navegación intuitiva y en respuesta a cualquier amenaza que pudiera sucedernos en el lugar.

La percepción del espacio y la navegación son dos conceptos relevantes en la conceptualización de la arquitectura, y van de la mano de los elementos de diseño que se utilizan en un proyecto. La neuroarquitectura une dos disciplinas como su nombre lo indica, la arquitectura y la neurociencia, y su estudio se basa en el análisis del cerebro y los estímulos sensoriales con relación a la percepción del espacio.

Christoph Metzger, define a la neuroarquitectura como “la ciencia que combina los aspectos de la investigación neurocientífica con elementos arquitectónicos diseñados para generar estimulación sensorial en las personas. Una buena arquitectura aborda una amplitud sensorial”. Sin embargo, no podemos pensar solamente en los elementos arquitectónicos por su naturaleza únicamente, ya que debemos considerar factores inmateriales como las ideologías, culturas y convenciones. En este sentido, podemos reflexionar que el diseño queda supeditado, además del uso de elementos arquitectónicos, a factores inmateriales que servirán como estrategias para la estimulación del cerebro a través de los sentidos.

Aunado a este binomio se deriva el término conceptual de la experiencia. La experiencia es el reconocimiento de un evento a partir de la memoria personal (intima) y colectiva (social e ideológica). Por ejemplo, solemos recordar a que sabe una manzana, por un lado, este pensamiento es íntimo y está sujeto al gusto personal y sensorial con relación al agrado o desagrado; por otro a la memoria colectiva, que pudiera condicionar la importancia y beneficios que genera comer una manzana o incluso una connotación negativa como la manzana envenenada del cuento de Blanca Nieves.

De esta forma sucede algo parecido sobre la experiencia de la arquitectura, percibimos de manera íntima y de manera colectiva. “Percibir, en términos de neurociencia, significa reconocer una cosa o una experiencia a través de un proceso iniciado por los sentidos” - John P. Eberhard. La neuroarquitectura nos ayuda a evaluar la percepción y lo que conlleva la utilización de elementos arquitectónicos como estrategias de diseño para la estimulación sensorial, sus efectos en el comportamiento humano y la creación de la experiencia.

diseño, espacios

Eberhard menciona que cuando vemos algo, digamos una puerta, es porque las retinas de nuestros ojos han sido estimuladas por fotones de luz que rebotan en el objeto visto, pasando a través de un proceso complejo que llama a nuestra memoria aquellas puertas que hemos visto antes y eventualmente reconocemos como puertas. De la misma manera que reconocemos voces, el olor de una rosa, el sabor de un chocolate, el sentir de un terciopelo, incluso pararnos y sentarnos, o subir una escalera. Esto es la repuesta a la comprensión y entendimiento de los sentidos, los cinco que aprendimos en la vida y el sexto, que muy pocas personas reconocen como sentido, llamado propiocepción.

Es justamente este estudio de la percepción y la relación con el cerebro lo que emerge y nos interesa estudiar con la neuroarquitectura. Podemos comprender ahora que cada uno de los sentidos puede ser estimulado específicamente con elementos arquitectónicos e inmateriales y que a través de estos se provocará y generará una experiencia. Es así como podemos enlistar entonces los sentidos y evaluar los estímulos y comportamiento de las personas.

Vista: el sentido más asociado con la arquitectura y la estimulación a través de la iluminación.

Oído: con relación a las experiencias asociadas con un lugar, el sonido y el ruido.
Tacto: sobre la estimulación a través de texturas y superficies, querer provocar o querer tocar. 
Gusto: sobre el impacto de las condiciones al momento de comer y la materialidad espacial.
Olfato: con relación a los olores del contexto y el lugar donde nos encontramos. 
Propiocepción: con relación al cuerpo con la locación en el tiempo y el espacio. 

Los arquitectos y neurocientíficos aún tenemos un camino largo por recorrer, sin embargo, ahora buscamos comprender aún más sobre la relevancia del diseño espacial y los efectos en el cerebro. La neuroarquitectura abre además un diálogo sobre accesibilidad al momento de diseñar no solo la casa habitación, sino escuelas y experiencias de aprendizaje, hospitales y experiencias de recuperación de la salud, residencias geriátricas con relación a demencia y navegación espacial, así como espacios gastronómicos y la toma de decisiones al momento de comer.

El conocimiento sobre nuestro cerebro aun es limitado, gracias a la neurociencia podemos reconocer y comprender sus funciones, y como reaccionamos frente a los estímulos externos. Para el cerebro la arquitectura es un sistema de memoria, juega un papel relevante en la concepción de un pensamiento, la navegación de un espacio y la creación de una experiencia.

La neuroarquitectura conecta a la neurociencia, la teoría de la percepción y la psicología del comportamiento, con la música, el arte y desde luego con el diseño, y con la finalidad de comprender el comportamiento frente a los espacios construidos, pero sobre todo con el objetivo de crear buenas y mejores experiencias en la vida de las personas.

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